Afecto inquebrantable

Bajo el manto de la noche estrellada, Raúl se acercó con determinación a la puerta entreabierta del taller de su amigo de toda la vida, Mateo. Su corazón latía con fuerza, luchando contra el peso de las palabras que ansiaban salir de su pecho. Con un nudo en la garganta, Raúl despertó a Mateo, quien lo miró con sorpresa y somnolencia. "¿Qué sucede, Raúl? ¿Por qué estás aquí a esta hora?", preguntó Mateo con voz adormecida. "Lo he descubierto, Mateo", susurró Raúl, la verdad brillando en sus ojos oscuros como la noche. "No somos solo amigos, somos más que eso... ¡somos alma gemela!" Mateo se quedó boquiabierto, sin poder articular palabra ante la revelación impactante. Raúl tomó una bocanada de aire y continuó, sus ojos brillando con una intensidad desconocida. "He guardado este sentimiento por tanto tiempo... Te amo, Mateo, te amo de una manera que va más allá de la amistad, más allá de cualquier vínculo conocido". El silencio se adueñó de la habitación, solo interrumpido por los latidos agitados de sus corazones. Finalmente, Mateo rompió el silencio con una confesión temblorosa: "Raúl, yo también... he sentido lo mismo, pero nunca creí que podríamos... que debiéramos sentir de esta manera". Las lágrimas escaparon de los ojos de Raúl mientras se abrazaban en la penumbra del taller, sus almas conectadas en un amor prohibido y apasionado que desafiaría todas las barreras. En ese instante mágico, dos amigos de toda la vida se adentraron en un camino incierto, donde el afecto inquebrantable que compartían los llevaría a descubrir un amor que trascendería todas las convenciones conocidas.